Por Rafael Sanz M. Todos hemos nacido con una vasta capacidad de asombro. Esto lo sabe quienquiera que presencie el deleite de un pequeño ante el tintineo de unas llaves, o al observar cómo deambula el escurridizo escarabajo. Pero es esta facultad de los niños, de asombrarse una y otra vez, lo que insufla en los entusiastas ese aire de…