Por Rafael Sanz Moncayo

Cada año, varios millones de personas sufren episodios de depresión, lo que hace de este trastorno una de las enfermedades mentales graves más comunes. Peor aún, miles de deprimidos, entre ellos un número alarmante de adolescentes, se quitan la vida, a menudo antes de que se les diagnostique el padecimiento.

No hay que confundir la depresión con la aflicción (entendiéndose por aflicción el sentimiento de pesar o tristeza profunda secundaria a algún suceso lamentable en la vida del individuo). De vez en cuando, todos experimentamos breves períodos de postración y desánimo, y hay veces que la gente se aflige  por razones sobradamente justificadas: la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo o un divorcio. Pero casi siempre logramos sobreponernos a esos lapsos de desventura y pérdida.

También hay que tomar en cuenta que la depresión no responde al sentido común. La persona deprimida no se siente mejor porque se tome unas vacaciones, y las palabras de aliento sólo sirven para que se sienta peor.

En las personas propensas a la depresión, lo que comienza como una reacción normal se convierte en un estado crónico.

Si no se combate la depresión suele volverse recurrente, y con cada episodio aumenta el riesgo de que se presente uno nuevo. Así, pues, es indispensable recibir tratamiento oportuno.

Síntomas de la depresión grave

  • Sensación persistente de tristeza.
  • Pérdida de interés en las cosas placenteras de la vida.
  • Alteraciones del sueño.
  • Pérdida del apetito, de peso o de ambas cosas; o lo contrario, apetito excesivo y aumento de peso.
  • Incapacidad para concentrase o tomar decisiones.
  • Sentimientos de  desesperanza y pesimismo.
  • Sentimientos de culpa, de minusvalía y de impotencia.
  • Fatiga o falta de energía.
  • Pensamientos de muerte o suicidas; amenazas o intentos de quitarse la vida.

Otras señales de alarma

Hay, sin embargo, otras señales de alarma menos obvias, que nada tienen que ver con la tristeza y el retraimiento que la gente asocia normalmente con los deprimidos. Esas señales suelen ser tan sutiles y fugaces, que los familiares de la víctima las malinterpretan. Pero detectar a tiempo esos pequeños indicios puede constituir la diferencia entre morir y seguir viviendo. ¿Cuáles son esas señales? La palabra clave aquí es cambio: algo insólito en la persona. Una simple diferencia en el comportamiento no forzosamente indica que hay depresión. No obstante, hay que actuar si alguien manifiesta en forma súbita o gradual algunos de estos comportamientos:

  • Silencio repentino. Por lo regular, la persona deprimida se aparta de los demás y se entrega a pensamientos malsanos o de autocrítica. Pero suele ocurrir que se mantenga en contacto con el mundo aunque sea en forma mecánica, sobre todo en el trabajo, por lo que su alejamiento quizá no resulte tan evidente.
  • Reacciones exageradas. La persona que siempre ha visto el vaso medio lleno empieza a verlo medio vacío, y las cosas que antes le parecían nimias empiezan a cobrar una importancia enorme y a ser motivo de preocupación.
  • Lapsos frecuentes de olvido.
  • Susceptibilidad. La irritabilidad y la ira son máscaras con las que las personas deprimidas ocultan su tristeza y su soledad. Esto ocurre especialmente en los hombres.

Una depresión avanzada difiere poco en uno u otro sexo, pero al principio se expresa de muy diversas maneras. En contraste con las mujeres, cuando los hombres acuden al terapeuta no es para decirle que se encuentran tristes o deprimidos; más bien se quejan de problemas en el trabajo o de su desempeño laboral. Lejos de llorar para desahogarse, son más propensos al enojo y a la furia; su tristeza y desamparo se esconden tras una máscara de ira.

Tratándose de problemas emocionales, los varones tienden menos a buscar ayuda que las mujeres. Los hombres no manifiestan la depresión como las mujeres, así que sus síntomas a menudo pasan inadvertidos. En tanto que las mujeres deprimidas tienden a buscar fuentes de alivio, los hombres que se deprimen a menudo hacen lo contrario: se aíslan de sus familiares y amigos y actúan agresivamente. Las normas sociales pueden agudizar ese comportamiento destructivo; no se alienta a los varones  a expresar sus sentimientos ni a buscar ayuda, más bien se espera que aguanten sin quejarse, “como los hombres”.

  • Apatía incomprensible. Una de las primeras señales de alarma es el hecho de que alguien que siempre ha sido activo y entusiasta pierda de pronto el interés y se refugie en lo cotidiano.
  • Descuido de la apariencia. Hay que sospechar y entrar en acción si, de la noche a la mañana, alguien que solía arreglarse y vestirse con esmero deja de importarle su aspecto y se vuelve desaliñado.
  • Dolores inexplicables. Las personas deprimidas a veces se quejan de dolor de estómago, de espalda y de otros malestares, que no ceden con ningún tratamiento. Las quejas más comunes tienen que ver con rigidez y dolores musculares, lo que muchas veces hace necesario un reconocimiento médico exhaustivo.
  • Mejoría engañosa. Hay personas que pasan semanas o meses en el agujero negro de la desesperación y luego, inesperadamente, parecen salir de él. Los familiares se sienten entonces aliviados, pues piensan que ya pasó lo peor. De hecho, ese período puede ser el más peligroso y el que requiera mayor atención. La “mejoría” acaso sea señal de que, tras buscar en vano una salida a una supuesta situación desesperada, la persona ha decidido suicidarse, y esto le produce alivio.

Depresión en diferentes edades

Ciertos síntomas son más marcados en unas edades que en otras.

Los niños utilizan preferentemente un lenguaje somático, lo que significa que la depresión no se expresa en la esfera psíquica, sino por medio de cólicos, trastornos digestivos, adelgazamiento o aumento de peso, etc.

Los individuos de edad avanzada manifiestan sobre todo preocupaciones en torno al cuerpo y a las posesiones, que se traducen en hipocondría, manías de enfermedad o de pobreza y disminución del contacto social.

Respecto a los adolescentes los psiquiatras aconsejan a los padres buscar ayuda si  notan en sus hijos cambios conflictivos en su manera de comer, dormir o relacionarse que persisten varias emanas. Cinco o más de los siguientes síntomas también pueden  indicar depresión:

  • Malestares físicos vagos, como dolor de cabeza.
  • Ausentismo en la escuela o bajo rendimiento académico.
  • Episodios de llanto o gritos.
  • Pérdida de interés en los amigos.
  • Conducta temeraria.
  • Sensibilidad extrema al rechazo o al fracaso.

La depresión en la adolescencia es distinta que en la edad adulta. Los adolescentes deprimidos reaccionan y cambian ante el ambiente más que los adultos deprimidos. Si se lleva a una fiesta a un hombre en ese estado, no se reanimará. En cambio, un muchacho quizá se divierta, aunque después, al regresar a casa, es probable que vuelva a deprimirse.

Los adolescentes deprimidos corren alto riesgo de fracasar en la escuela, de aislares socialmente, de caer en la promiscuidad, de consumir drogas ilícitas o alcohol e, incluso, de quitarse la vida.

Depresión enmascarada

En algunos pacientes el trastorno depresivo adopta una forma denominada depresión enmascarada, la que se ha definido como una enfermedad en la cual los síntomas somáticos ocupan un lugar predominante, o en la que los síntomas psicológicos retroceden hasta el trasfondo.

Para la mayoría de los médicos reconocer y diagnosticar una depresión enmascarada no es fácil, porque en esta presentación de la enfermedad el paciente no consulta por los síntomas clásicos de la depresión, sino por una serie de síntomas vagos que él está convencido de que corresponden a un trastorno orgánico, tales como anorexia, pérdida de energía, diversos trastornos del sueño, dolores de diverso tipo, trastornos digestivos, etc.

La mayoría de los pacientes “prefiere” (inconscientemente) referirse a síntomas físicos porque son más fáciles de describir y porque son “respetables”, en contraste con sus sentimientos, más difíciles de expresar y justificar delante del médico. Este mecanismo de evitación ocurre en la gente que ha aprendido, desde hace muchos años, a ocultar sus emociones ante los demás, por temor a ser considerados débiles o cobardes.

Conclusión

La depresión es una enfermedad severa e invalidante y que puede llevar al suicidio. Por lo tanto, todo paciente con depresión necesita una  oportuna y adecuada ayuda profesional.

1 Comment
  • Silvia Landau
    Posted septiembre 23, 2020

    Dr,que gusto leer esto,justamente estoy en un momento de mi vida en que tengo sintomas de depresion.Lo conocimos a ud y su hijo en un paseo al lado de la Central Station de Amsterdam.Cambiamos unas palabras y su tarjeta , será por casualidad o causalidad qu la encontre hoy haciendo una mudanza.Saludos para ud y su hijo

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