Por Rafael Sanz Moncayo

Emociones  negativas

La reacción de alarma prepara a la mente y al cuerpo para la acción: huir o luchar; la huida es impulsada por el miedo, en tanto que la lucha lo es por la ira. Así, pues, el miedo y la ira, por ser emociones de la reacción de alarma, son emociones básicas de la vida diaria, de las cuales se derivan otras más, como el odio, los celos, la envidia, la hostilidad, la agresividad, el resentimiento y, en general, todas las emociones negativas, las cuales, a través de los mecanismos que ya hemos explicado del stress, pueden enfermarnos e incluso causarnos la muerte.

Reacción de calma y factor calmante

La reacción contraria  a la de alarma es la reacción de calma. En ésta  se experimenta tranquilidad, sosiego y bienestar, y hay relajación muscular como también cambios en el funcionamiento orgánico dependientes del sistema parasimpático, tales como: disminución de la tensión arterial a cifras más saludables, disminución de la frecuencia cardiaca, regularización  del ritmo respiratorio, disminución del consumo de oxígeno, disminución del flujo sanguíneo en los músculos y aumento del mismo en la piel  y en las vísceras, aumento de la resistencia eléctrica de la piel (reflejo psicogalvánico) y otros cambios más que, en general, favorecen el descanso, la acumulación de energía y la armonía psíquica y orgánica.

Cuando estamos ansiosos, con miedo o con ira nuestros músculos automáticamente se ponen tensos en actitud de alarma, y cuando estamos tranquilos, tienden a relajarse. Inversamente, y esto es lo importante, si estando ansiosos relajamos nuestros músculos, nos sentiremos calmados después de algunos minutos de mantener tal relajación. Lo que logramos a través de este control directo sobre los músculos es un control indirecto sobre nuestro psiquismo y sobre nuestro sistema nervioso autónomo, pues cuando relajamos los músculos suscitamos la reacción de calma. Tanto la relajación deliberada como todos los estímulos espontáneos que inducen la reacción de calma conforman el denominado factor calmante.

Autocharla

Decíamos que el factor estresante está constituido por todos aquellos elementos, por todos aquellos acontecimientos que representan amenaza para nuestra seguridad física o mental, o al menos por exigencias que debemos superar. Pero, generalmente, no son los acontecimientos en sí los que representan el factor estresante, sino la interpretación que hacemos de los acontecimientos. Constantemente estamos interpretando lo que vemos, lo que oímos, lo que nos sucede, lo que sucede a nuestro alrededor, etc. Juzgamos cada hecho como bueno o malo, agradable o desagradable. Estos juicios se forman a lo largo de un interminable diálogo de cada persona consigo misma. Todos estos pensamientos son como una cascada que fluye sin interrupción. Y, precisamente, de estos pensamientos, de esta “autocharla” (self-talk, como la denomina Albert Ellis, creador de la Terapia Emotivo Racional), de estas interpretaciones, es de donde se derivan las emociones. Entre el hecho y la emoción está la correcta o incorrecta apreciación del mismo. Es decir, nuestras emociones son el resultado de lo que pensamos.

Pensamientos  y emociones saludables

Podemos concluir, entonces, que los pensamientos y las emociones de ellos derivadas son factores que determinan en gran medida las condiciones de nuestra salud. Así como los pensamientos negativos pueden enfermarnos e incluso causarnos la muerte, los pensamientos y emociones positivos, como la alegría, la confianza en sí mismo, el entusiasmo, el optimismo, la fe, el amor, etc., promueven el equilibrio psico-orgánico y vigorizan la salud. El efecto placebo, precisamente, se fundamenta en este hecho.

Para finalizar es oportuno hacerlo con unas palabras de Paul C. Jagot, famoso autor de varias obras de autosuperación: “Son los pensamientos optimistas y positivos lo que conviene retener, contemplar y desarrollar. Aparte de su valor estimulante en el trabajo y en los negocios, previenen todo desorden psíquico y físico”.

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